Archivos Mensuales: May 2014

El egoísmo: el álter ego del socialismo costarricense

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Con el mes de mayo se puede decir que cerramos un “año político” que ha estado cargado de discusiones ideológicas sin fondo y con un consenso generalizado en torno a la urgencia de realizar cambios a un modelo de desarrollo que no satisface a la mayoría de costarricenses. Queda en el aire una añoranza de la época de las mayores conquistas en términos de bienestar social, que se gestó durante mediados del siglo pasado, cuando la política era inspirada por un modelo de desarrollo socialista en democracia. Ahí se consagraron las garantías sociales, la seguridad social y se establecieron políticas para el acceso al agua, electricidad, telefonía, vivienda y educación (primaria, secundaria y superior); los fondos públicos estaban en función de la sociedad para generar un colectivo bienestar y las universidades públicas asumieron su rol de cambio social, dedicando sus esfuerzos en formar profesionales para satisfacer las necesidades del país, ofreciendo una mejor calidad de vida para los graduados y para la sociedad en general.

Pero los cambios generacionales y el contexto internacional nos llevaron solapadamente, y quizás mal intencionadamente, a un cambio del modelo de desarrollo con el que el proceso de consolidación de una mejor calidad de vida se llenó de corrosión. La sociedad se encontró, por una mezcla de ingenuidad y falta de criticidad (entre otras muchas razones), con decisiones políticas que lesionaron la estabilidad financiera y operativa de las instituciones públicas, y los funcionarios de éstas maquillaron con endeudamiento la falta de visión país para garantizar el financiamiento de las políticas públicas de bienestar. Quebrado el “chanchito” y endeudados, el bienestar social murió y comenzó el “sálvese quien pueda”, la época del egoísmo salvaje.

La educación ha sido uno de los pilares fundamentales sobre los que hemos confiado nuestra mejora de las condiciones de vida. Si nuestra educación pública no está en función de conseguir bienestar general entonces debemos replantearnos su objetivo. Dejando de lado la educación primaria y secundaria, hoy en día la educación universitaria pública trabaja bajo un modelo de profundo egoísmo. El estudiante que se gradúa es el orgullo de las casas de estudio; “colocar” esos jóvenes en las mejores empresas (donde ofrezcan los mejores salarios) es razón suficiente, desde esa lógica contemporánea, para sentir satisfacción por contribuir con el desarrollo del país, aunque esa gran empresa no necesariamente retribuya al país con impuestos. Por ejemplo si un estudiante graduado, digamos de alguna ingeniería, comienza a trabajar en una empresa (transnacional), recibe un salario considerablemente elevado para la realidad social del país pero, además, adquiere un ritmo de vida propio de una persona que no corresponde al contexto costarricense: su casa, su auto, sus lugares de ocio (semanales y vacacionales), sus aspiraciones y sus valores serán distintos; similares al estilo de vida que se presenta como normal en las series televisivas importadas o las películas extranjeras por mencionar un caso particular que podemos constatar. En esta transición me parece que la dinámica de vida de un estudiante cambia a través de la formación universitaria y no solamente en los aspectos técnico-académicos sino en la perspectiva social y de realidad nacional. Aunque no hay ninguna duda que la calidad de vida de esta persona y sus familiares mejorará, aún así me parece que necesitamos analizarlo con más profundidad.

El modelo de desarrollo por el que estamos apostando, con la educación como bandera, tal como está funcionando, se basa en mejorar la calidad de vida de unos individuos. Ya no trabajamos en mejorar las condiciones de la sociedad sino que estamos haciendo que esos casos excepcionales se olviden de la seguridad social porque pueden pagar médicos y hospitales privados; que se olviden de la escuela y colegio públicos porque sus niños estarán en instituciones privadas de alta calidad educativa. La seguridad será una preocupación únicamente fuera de los condominios donde viven pues ahí ya el tema lo tienen resuelto. El egoísmo imperante no parece ser algo que se desarrolló naturalmente sino que más bien parece un trabajo de años de adiestramiento en centros educativos, entretenimiento y aceptado silenciosamente por una sociedad cada vez menos solidaria. Este modelo, que excluye a la mayoría de la sociedad de sus beneficios, si es incluyente en sus perjuicios. La mentalidad egoísta es la excusa socialmente aceptada de la corrupción y la inoperancia, pues quien solo piensa en su beneficio puede sin problema alguno desviar un fondo de pensiones, gestar un préstamo para comprar equipo médico obsoleto o dejar sin salario a docentes públicos.

Para nuestro país la salida parcial de empresas transnacionales no tiene por qué ser una noticia desalentadora. Debe ser un llamado a repensar el objetivo fundamental de la inversión pública y, en particular, para replantearnos el modelo de desarrollo que están fomentando las universidades. Creo que las universidades costarricenses deben enfocar todos sus esfuerzos en el beneficio de la sociedad a través de investigación, extensión y docencia. Seguir generando una mejora en la calidad de vida de los individuos por medio de la iniciativa privada no me parece un enfoque adecuado para nuestro país. Esto no se debe confundir con un rechazo a lo privado, lo que planteo es que la iniciativa privada debe encargarse de su parte: generar dinero y por ende impuestos, de los cuales el dinero que se destine a financiar la educación pública debe ser utilizado en mejorar la calidad de vida de la sociedad costarricense y no solamente de individuos. Las universidades, como un todo, deben ser revisadas para sacarle de encima las pulgas del egoísmo que las carcomen. Creo que en nuestro país no podemos seguir fomentando realidades disparejas entre los individualistas y los socialistas, es hora de volver a los años donde el egoísmo era superado por el bienestar social.

 

* Originalmente publicado en Revista Paquidermo.